Un domingo en Lanzarote

Lanzarote. Imagen: SQV

Día intenso en Lanzarote. Sobre todo de domingo, aunque también de víspera. Realmente la jornada empieza el sábado a última hora de la tarde, directamente en los viñedos de la Geria, la zona en la que se plantan en surcos trazados sobre piedra volcánica que conserva la escasa agua de lluvia que cae en la isla. El enorme viñedo ante el que nos situamos tiene 170 años de vida y está en la bodega El Grifo, datada de 1775.

Con un murete de piedra que lo protege del viento, produce Malvasía volcánica, una variedad que genera frutos pequeños aunque con sabor bastante concentrado. Una cata de vino y queso autóctono posterior abre el apetito para una cena en el restaurante del museo del Campesino, instalado como una gran cueva y en el que degustamos productos tan canarios como gofio, papas arrugadas, lubina oceánica o bienmesabe incrustado en un helada con forma de volcán.

Y ahora sí que iniciamos el domingo. Lo hacemos desde Arrecife, la capital conejera (gentilicio popular para referirse a la población de Lanzarote). Qué mejor forma de hacerlo que con un recorrido a pie por su franja marítima, porque el paseo puede iniciarse en el mastodóntico Arrecife Gran Hotel, el edificio verdoso más alto que se observa desde lejos, y continuar –en mi caso- unos cinco kilómetros pasando por el municipio de San Bartolomé y llegando hasta el linde con el aeropuerto, todo el tiempo sin dejar el trazado de paseo marítimo.

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Después de dos horas de trasiego entre ida y vuelta, desayuno en el hotel y subimos al coche de alquiler. El primer objetivo es Teguise, la antigua capital, la ciudad más monumental de la isla con su iglesia erigida en el siglo XV aunque poco quede de aquella época, su fortaleza (ahora museo pirata) en la cima y, sobre todo, este domingo su extenso mercado.

Alrededor de un centenar de casetas ofrece todo tipo de alimentos de la isla, aloe vera en sus múltiples envasados, bisutería, zumos y un largo etcétera de artículos. Todo ello entrelazado con las numerosas terrazas de bares que invitan a disfrutar del ambiente.

Los Jameos del Agua, una cueva volcánica en el norte de Lanzarote

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Desde allí seguimos hacia el norte, a los Jameos del Agua. Se trata de una enorme gruta, en la que con lo primero que te topas es con su recomendable restaurante, tanto por los platos como por el singular escenario. Te sientes como en el interior de un volcán. Desde allí continúas descendiendo hasta una especie de estanque en el que abundan los célebres cangrejos de la zona. Subes por el lado contrario y apareces en el impresionante auditorio subterráneo.

Proseguimos hacia el norte, hasta el extremo de Orzola, para transitar en coche junto a su puerto y desandar la isla por su interior hacia Haría con el objetivo de visitar la morada del personaje más famoso de Lanzarote, el que da nombre a muchos de sus lugares más emblemáticos, como su aeropuerto.

En Haría se halla la casa que acondicionó como morada el artista César Manrique, todo un homenaje al buen gusto y una ocasión inigualable para comprobar su ingenio con las esculturas y lámparas, entre otros muchos objetos, que la decoran y que él mismo diseñó.

Desde Haría ascendemos entre la niebla por la LZ10 y emprendemos el camino hacia el sur de la isla. Más o menos una hora nos supone llegar hasta las salinas. Nuestra intención consistía en alcanzar los Hervideros, pero unos dos kilómetros antes la carretera está cortada por hundimiento. Imposible. Nos plantamos ante las salinas. Nos da para contemplarlas en panorámica, porque a las cinco –hace ya media hora- cierran su entrada.

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Lo mismo nos ocurre con el Parque Nacional del volcán Timanfaya. Detenemos el vehículo ante su entrada, cerrada, la que sirve de acceso a una carretera que se adentra hacia la zona de autobuses del parque. La piedra volcánica que rodea ambos laterales de esta vía de comunicación ya nos permite atisbar lo que veríamos.

No podemos hacer más que intuirlo y empezar a sentir la fuerza de los gélidos Alisios, esos vientos tan típicos de Canarias que a mitad de tarde comienzan a anticiparte que pronto tendrás que dejar de disfrutar de ir en manga corta.

Retornamos a Arrecife. Hemos recorrido la isla de Lanzarote norte a casi sur. Cuando lo hemos hecho sin paradas, nos ha costado alrededor de hora y cuarto. Ahora llega el momento de la ducha y la cena. Y mañana, a regresar. Ha sido una visita rápida e intensa. Lanzarote siempre te deja con ganas de más.

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