Elche: el Palmeral, la Dama, el Misteri y mucho más (1)

Ponemos rumbo a Elche (Alicante) aunque con parada previa en Xàtiva (Valencia). El objetivo no consiste en otear la panorámica desde las murallas de su emblemático castillo o pasear por su monumental casco urbano, sino en deambular entre los puestos de su Fira Borja y disfrutar de su arroz al horno clásico. Se trata de una escala en el camino, no de un final de etapa.

La feria, en la práctica, es la clásica recreación de casetas de artesanía ambientadas en la época medieval. En este caso, con venta sobre todo de baratijas y abalorios, y menos de comida, aunque le echamos el ojo a unas pipas garrapiñadas.

Una vez en Xàtiva, no podía faltar un tránsito rápido por su céntrica Plaza del Mercado, reconvertida en una extensa terraza compartida por los restaurantes que la pueblan. Hace un día soleado, espléndido para disfrutar de un rato en uno de estos locales.

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Arroz al horno. Imagen: SQV

El arroz al horno lo degustaremos más abajo, junto al bloque del Gran Teatro, en Moncho, un quiosco de comida que se expande por la acera del paseo. El arroz no está pesado (un riesgo que corre de exponerlo a un exceso de costillas, morcilla o tocino) y sí sabroso. Al principio parece seco, pero conforme lo vas devorando ratificas que está en su punto.

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Camino de Elche

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Huerto del Cura. Imagen: SQV

Nos subimos al coche y emprendemos la hora y media más o menos que nos queda para llegar a Elche. Al discurrir con el vehículo por la ciudad bullen en mi mente imágenes que tenía recopiladas de anteriores visitas, ya de hace años. Recordaba palmeras, descampados y explanadas, con edificios amarillentos salpimentando todo.

Nos hospedamos en un tramo construido de El Palmeral, en Port Hotel, un inmueble achatado con piscina y del que llama la atención, sobre todo, el restaurante.

Se nos hace ya media tarde mientras sacamos nuestros enseres de las maletas y empleamos parte de la restante en acercarnos y visitar posiblemente el lugar más emblemático de la ciudad, el famoso Huerto del Cura, nombre que recibe por el cuidado con que lo mantenía el sacerdote Castaño. Se trata de un jardín botánico centrado en palmeras, sobre todo datileras, aunque con otros ejemplares, como la canaria.

Su estrella es la palmera imperial, con el tronco padre en medio y siete hijuelos o troncos secundarios que parten de él entornándolo. Pequeños lagos, enormes carpas (peces), patos, cactus y numerosos carteles con nombres de personajes destacados que han bautizado a alguna palmera aderezan este espacio repleto de preciosos rincones, además de otros muchos detalles inabarcables en este texto. Puede paladearse en horas o darle un vistazo rápido en unos 30 minutos. Cada cual elige.

Una tienda de estética rústica ofrece, a la salida, desde cactus hasta mermelada de dátil. E imágenes de la Dama de Elche (que también tiene su réplica en el Huerto del Cura) de diferentes tamaños. Escojo el penúltimo empezando por el más diminuto para sumarlo a mi colección de figuritas del mundo.

Regresamos al hotel justo para darme un chapuzón en la piscina descubierta. Da cierta impresión al entrar por el frío del ambiente; no obstante, en cuanto nadas un par de minutos entras en calor. Me baño en solitario mientras a unos 20 metros un grupo disfruta de una sesión de música y copas vespertina en una sala del restaurante del hotel. De ahí a la cena y a preparar el día siguiente.

Los edificios emblemáticos

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Palacio de Altamira. Imagen de Alberto Díaz en Pixabay  

Me despierto más pronto de lo que pensaba, así que, una vez ya despejado, me lanzo a las calles de Elche, en las que a estas horas de domingo (las 7,30) únicamente me cruzo con personal de barrido y baldeo muy centrado en su trabajo. Esto, a mi entender, denota el deseo de contar con unas vías urbanas limpias para que puedan disfrutarse a gusto.

Mientras pienso en ese detalle me dirijo hacia la basílica de Santa María, que constituye uno de los grandes emblemas de la ciudad y el lugar donde se celebra su Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, la representación del Misteri d´Elx. El alargado andador que parte de la entrada principal y desemboca en el altar ya induce a considerar que no se trata de un templo al uso, sino que guarda algo más.

También me llama la atención el baldaquino en el citado altar mayor, o los altares menores, o las cúpulas del templo y, al salir, su imagen imponente desde la plaza, con el palacio de Altamira al lado contrario.

Al salir de la basílica me dirijo hacia al antiguo transformador eléctrico con diseño que recuerda a arquitectura árabe y que alberga la oficina de turismo. Demasiado pronto para que esté abierto. Me adentro en el parque municipal (la puerta se encuentra junto a la de la anteriormente citada oficina), que se alarga más que el Huerto del Cura, aunque quizás no con su encanto. 

Observo la palmera tridente, o la centinela, y voy bajando progresivamente entre el arbolado hasta que aparezco en el cauce del río Vinalopó -que a estas alturas ha quedado reducido a riachuelo-, con esa singular decoración que lo delimita. Han sabido trazarlo con gusto para que pueda ser aprovechado por paseantes y corredores. 

Comienzo a andar y, mirando el mapa de papel que llevo en mano (soy de los que prefieren dejarse llevar sin google maps) me doy cuenta de que va bajando hasta llegar casi a la altura del hotel. De este modo no tengo más que continuar su cauce, subir posteriormente y adentrarme por El Raval, para luego transitar en un camino por el palmeral y casi aparecer en el alojamiento.

Desayunamos con ciertas dificultades, ya que no quedan mesas libres en el comedor, e iniciamos el paseo por la ciudad. En mi caso, el segundo del día. La primera visita tiene como destino la oficina de turismo, que, a estas horas, las 11,30, ya está abierta. Nos explican que por ser domingo los museos municipales tienen entrada libre y gratuita, aunque cierran a las 14 horas, excepto el yacimiento de l´Alcúdia, que lo hace a las 15 horas.

Los Baños árabes y el Palacio de Altamira

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Torre de Calahorra. Imagen: Imagen de Jose Carlos Pavón Soriano en Pixabay.

Nos ponemos a la tarea. Primero recorremos el Museo Arqueológico, aunque ponemos más interés en contemplar el palacio que lo acoge, el de Altamira, haciendo el camino de la guardia por sus murallas y jugando una partida con un ajedrez gigante que se halla en su patio de armas. Desde ahí nos dirigimos a los baños árabes y, poco antes, a la torre de la Calahorra, con bastantes visitantes ambos, lo que genera que recorrer espacios tan reducidos resulte algo más complicado. En cualquier caso, como no nos sobra el tiempo, nuestro tránsito lo hacemos algo acelerado.

Retornamos al hotel para coger el coche (estamos a kilómetro y medio a pie más o menos de la basílica) y dirigirnos al yacimiento de l´Alcúdia. Cuando llegamos, a las 13,40, la vigilante de seguridad nos insiste en que las 14,30 cierran (teóricamente debería de ser a las 15 horas, según el horario oficial) y que se tarda dos horas en recorrerlo, con gesto claro de aconsejarnos implícitamente que no nos vale la pena.

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Réplica de la Dama de Elche. Imagen: SQV

Le insistimos en que queremos ver el lugar donde encontraron la Dama de Elche. Nos da un plano y le otorgamos prioridad absoluta a ese punto. Se trata de una visión simbólica, por supuesto. En ese lugar ahora emerge una bonita réplica (la original está alejada de su origen, en Madrid) elevada en una estructura construida para realzarla. 

Acabamos recorriendo prácticamente todo el trazado, casi vacío de público, para contemplar los restos de casas romanas, del aljibe, de las termas e incluso el museo. Con rapidez, desde luego.

El reportaje continúa aquí: segunda parte del viaje a Elche.

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