Dénia se sitúa en el norte de la provincia de Alicante y se expande a lo largo de una veintena
de kilómetros de costa repartidos principalmente en dos tramos: Les Rotes y Las Marinas.
Desde hace décadas constituye un lugar de veraneo o de esparcimiento de fines de semana
para miles de habitantes de Valencia.
De hecho, su popularidad en la capital autonómica contrasta con el menor grado de
conocimiento a nivel nacional y el inferior trasiego de vecinos desde el sur de la provincia de
Alicante, que optan en mayor medida por localidades como Santa Pola, La Villajoyosa o
Torrevieja.
Dénia despunta por su clima, por su estructura urbana sembrada de chalés y esquiva en
bloques enormes, por el parque natural del Montgó, por patrimonio histórico como el castillo
enclavado en el propio entramado de la ciudad, con murallas que atraviesan calles en una
curiosa simbiosis habitacional, y, por supuesto, por sus playas.
Dénia, Ciudad Creativa de Gastronomía
Además, existe otro factor fundamental en el que hace especial hincapié para diferenciarse,
para mantener un turismo continuo a lo largo del año porque su clima permite disfrutar de sol
y temperaturas benignas prácticamente en cualquier semana de las cuatro estaciones. Ese
reclamo se orienta al paladar, pues desde hace una década ostenta el título, otorgado por la
Unesco, de Ciudad Creativa de Gastronomía, una circunstancia que la hermana, por ejemplo,
con la bella localidad peruana de Arequipa.
Esa condición se basa en productos autóctonos, como las cocas -minipizzas- de la Marina, los
figatells (se identifican por su forma de pequeña hamburguesa), su pulpo seco, sus gambas
rojas y, por supuesto, sus arroces, y en especial el denominado ‘a banda’, que suele
embadurnarse con un toque superficial de un suave alioli.
Y, desde luego, se cimenta en la labor de sus hosteleros, en un sector tan poliédrico que
abarca una enorme gama. Para hacerlo sencillo y limitarlo a dos ejemplos nominales, va de
Quique Dacosta a Toni Cheli.
El primero no necesita presentación. Ha ingeniado el festival gastronómico D*ana que el
pasado fin de semana cumplió ocho ediciones. Reúne en este certamen a colegas suyos que
comparten con Dacosta el podio nacional, como Alberto Chicote o Jordi Roca. Innovador con la
tradición, dirige el restaurante de tres estrellas Michelín El Poblet, con un menú exquisito que
se paga a 400 euros por comensal. Quique Dacosta abandera la pujanza turística de Dénia
desde lo que siempre ha defendido como un arte, la gastronomía.
Toni Cheli gestiona el bar Magallanes, en el prolífico mercado municipal de la capital de la
Marina. Y junto a él, Yolanda Ballester, responsable de la cocina y del diseño de la carta. Su éxito lo rubrica en los almuerzos, que siempre acompaña del clásico ‘cacau del collaret’ (cacahuete más pequeño ofrecido con su cáscara) y olivas amargas o más dulzonas. Su plato principal lo constituye su bocadillo estrella: el de figatells, mostaza, cebolla y berenjena, que también le ha llevado a la cúspide en concursos valencianos de almuerzo.
Tanto Dacosta como Cheli acumulan los llenos, cada uno con su propio estilo gastronómico y
personal. Entre medio, o junto a ellos, abren a diario sus puertas decenas de restaurantes con una
suculenta oferta. La céntrica y peatonal calle Loreto, salpimentada de locales de todo tipo, representa otro de los paradigmas de su fértil muestrario culinario. La primera línea del puerto -donde sobresale su concurrida lonja- emerge también como ejemplo.
La comida mediterránea autóctona se solapa con las de otras latitudes, como la italiana de
alta cocina que ofrece Toy, un establecimiento surgido sobre los rescoldos de una antigua
tienda juguetera (de ahí el nombre), que lidera el tándem compuesto por Giovanni
Mastromarino y el chef Massimo Arienti, afincado en Dénia desde hace un cuatrienio. Y así,
con tan amplio repertorio para argumentar con hechos, la capital de la Marina ha celebrado su
décimo aniversario como Ciudad Creativa de la Gastronomía.
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