Por el Camino de Santiago Portugués (Central): de Oporto a Valença do Minho (2)

Nueva etapa larga en nuestro recorrido del Camino de Santiago Portugués. 34 kilómetros hasta Ponte de Lima. A las 6,25 de la mañana iniciamos nuestro camino entre la niebla característica del norte de Portugal, a la búsqueda de las señales que nos muestren por dónde hemos de encaminarnos. Nos espera un día caluroso según los pronósticos meteorológicos, que aciertan de lleno.

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De nuevo una etapa del Camino de Santiago Portugués en la que apenas hay bares en el camino en los que aprovisionarse y con un recorrido que alterna aldeas, tramos de carretera nacional y espacios boscosos, casi siempre sobre adoquines. La novedad la constituyen los viñedos. Nos hallamos en el epicentro de la zona productora del vino verde típico de Portugal, ligeramente espumoso.

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Nos cruzamos con más peregrinos que en etapas anteriores. Esto significa alrededor de una decena en los diferentes tramos, no más.

Paramos a almorzar a las dos horas y media de recorrido en un sitio que anuncia bocadillos y que, al pedírselos alargados, el dueño responde que tiene. Al final nos pone el clásico panecillo redondo que sirven como modelo único de pan en pastelerías y bares y relleno con jamón de york y queso, también otra solicitud estándar de la que resulta casi imposible escaparse. Es prácticamente la única opción que nos pueden servir en los bares del camino.

Nos sentamos en la terraza y un lugareño se acerca a conversar. Nos cuenta los problemas con la subida de electricidad, nos dice que su hijo trabaja en el País Vasco y nos pregunta por la reina Letizia. Todo ello en un portugués algo cerrado que nos cuesta traducir. Nos hemos acostumbrado a hablar con la gente despacio en español por nuestra parte y en portugués (que no ´portunyol´) por la suya y suele funcionar.

Con buena predisposición y conversaciones no demasiado profundas nos desenvolvemos. Sonriendo charlamos con el lugareño mientras el gato del propietario del local frota su pelaje en nuestras piernas ya polvorientas del camino recorrido hoy.

Puente de Lima
Puente de Lima, en el Camino de Santiago Portugués

Seguimos andando sin apenas pausa. A medida que el sol acrecienta su fulgor aumentan nuestras ganas de llegar a destino, aunque nos harán faltan ocho horas para conseguirlo. Cuando lo hacemos, casi a las tres de la tarde, buscamos un restaurante para comer. En Ponte de Lima no faltan. Vemos un ambiente muy festivo, con bastante tráfico para una localidad que ronda los 3.000 habitantes y un mercado de artesanía instalado en su paseo junto al río Lima.

Probamos el arroz de sarrabulho, que consiste en una plato de arroz de color marrón, pastoso, que entremezcla restos de diferentes partes de cerdo y que lo acompañan con una fuente con patatas, carne, morcillas y sangre frita. Nos ha advertido el camarero de su densidad. Pedimos media razón y, aún así nos sobraría la mitad.

En el alojamiento de hoy nos hablan en inglés y, al ver nuestro DNI y comprobar que somos españoles, rápidamente nos cambian al portugués. Ocurre como tantas otras veces. Cada cual habla en su idioma y, con buena predisposición, más o menos nos entendemos.

La tarde da para recorrer el puente de Lima de un lado a otro unas cuantas veces, pasear por la senda que hay casi a ras de río con la estatua de Decius Brutus, el general romano que arengó a sus tropas y les demostró que no pesaría sobre ellas una maldición por atravesar la corriente fluvial, como hito, o contemplar un concierto de un grupo angoleño. La localidad está muy animada, con las terrazas llenas y mucho ambiente callejero.

La subida más dura

Subida 4 etapa

Cuarto día de camino. Hoy nos esperan menos kilómetros (18), aunque más intensos, ya que afrontamos la subida al alto de Labruja, pedregoso y con pendientes pronunciadas, con una subida de 315 metros de altura en alrededor de cuatro kilómetros. El calor resulta intenso desde que salimos, a las ocho de la mañana, tarde comparado con otros días, ya que necesitaremos menos horas para nuestro recorrido. El paisaje mejora con las etapas. Pasamos de nuevo por aldeas, aunque en este caso abundan los espacios boscosos, con sombras bajo las que guarecerse. 

Paramos en Codeçal, en el único bar prácticamente que habrá antes de Rubiaes, y almorzamos lo que cada día porque no hay más opción: un pequeño bocadillo redondo de jamón york y queso. Nos atiende una curtida lugareña que entre servicio y servicio se ocupa del cultivo de los terrenos colindantes.

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Nos cruzamos en varias ocasiones con una pareja de coreanos y con tres norteamericanos, entre ellos una señora mayor que sufre especialmente en las subidas. También nos encontramos, cuando nos quedan un par de kilómetros para llegar, con la pareja de brasileños con quienes entablamos conversación antes de Barcelos. Nos comentan que este año no hay muchos peregrinos por este camino. Lo cierto es que hoy vemos más que en etapas anteriores, aunque nada que ver con las cifras del Camino Primitivo. En este transitas casi siempre -cuando menos hasta la fecha- en soledad.

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Contador de peregrinos. Imagen: SQV

De hecho, a la salida de Ponte de Lima hemos charlado con uno de los clásicos personajes de estas rutas, de los que se viste de peregrino medieval y se sitúa tras un puestecito de conchas y otros objetos característicos. Tiene un ´contador de peregrinos´, una teja en la que apunta los que pasan. Con nosotros, suma 3.825 desde agosto de 2021. Toca la campana que pende sobre la teja para anunciar nuestro paso.

El destino de hoy, Rubiaes, está configurado por una aldea de apenas 300 habitantes. A casi todos los peregrinos con quienes nos hemos topado los vemos de nuevo en la habitación de literas de nuestra alojamiento o en el único restaurante del lugar. La tarde, con el potente sol y en un casco urbano tan reducido, se presume muy tranquila. Así fue, con lectura en la cafetería del albergue, conversación con el joven taiwanés con el que nos hemos venido cruzando en el camino y cena en el mismo y único restaurante existente en el local.

Valença do Minho, final de nuestro Camino de Santiago Portugués

Valenca
Valença do Minho, fortaleza.

La noche se hace larga por el calor en las estrechas literas, muy próximas y sobre una base de madera que  precisamente no refresca. A las siete retomamos camino. Hoy la etapa será corta comparada con las anteriores, ya que andaremos unos 17 kilómetros (en total sumaremos unos 121). Lo haremos entre bosques, aldeas (como habitualmente), adoquines y, ya en el tramo final, arrabales del casco urbano de Valença do Minho. Sin apenas fuentes en el camino, como en las etapas anteriores, y con más bares en el recorrido que en días precedentes. Nos paramos en un puestecito montado por estudiantes para recaudar fondos y allí cogemos una manzana a cambio de un donativo. Poca historia para rematar esta experiencia en el Camino de Santiago Portugués.

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