Peregrinando por El Camino de Santiago entre Pamplona y La Rioja (I)

Distancia entre Santiago de Compostela y Roncesvalles (Navarra)
Distancia entre Santiago de Compostela y Roncesvalles (Navarra). Autor: Miguel Ángel García (Pexels)

El Camino de Santiago siempre espera. Y el peregrino lo busca. Este año, en lo que respecta al andariego que suscribe esta crónica, se ha desarrollado entre Navarra y La Rioja, con punto de inicio en Pamplona, hasta donde entramos en coche desde Valencia tras atravesar un buen tramo de autovía en obras desde Zaragoza.

Inicio de El Camino de Santiago

Llegada casi a las cuatro de la tarde y, a esas horas, búsqueda de un pincho rápido. Luego, recorrido por la Ciudadela, con su enorme foso, sus edificaciones y tránsito por la puerta atrincherada que conduce al centro. Preguntamos en la céntrica oficina de turismo aunque, la verdad, nos aclaran poco o nada. En algunas de estas dependencias informativas, la minoría, te restan interés por la localidad que visitas y hacen que pierdas la oportunidad de descubrir algunos de sus encantos que no brillan a primera vista.

Pamplona (Navarra)
Pamplona (Navarra), inicio de El Camino de Santiago

Vamos a la iglesia de San Lorenzo, a contemplar la tumba del célebre San Fermín, a quien se encomiendan mozos y visitantes en los encierros taurinos de las fiestas que llevan su nombre, aunque antes, para no perdernos recorrido, paseamos por la también ya mundialmente conocida calle Estafeta, con sus tiendas de recuerdos, heladerías, bares… Desde ahí continuamos hasta la plaza de toros, siguiendo la curva que dan los astados y mirando la inclinación de la pendiente para tratar de imaginar el tramo final de los encierros, sobre todo este 2020 que no ha habido.

Retornamos y nos paramos en la iglesia de San Agustín, cuyo principal reclamo lo constituye el rótulo en la entrada que indica que allí armaron caballero de Santiago a Garcilaso de la Vega, un poeta cuyos personajes pastoriles, Salicio y Nemoroso, son dos de mis protagonistas literarios favoritos. Ellos, con su inolvidable loa al sosiego de la naturaleza. Al bucolismo por excelencia.

El sacerdote, parlanchín a poco que le preguntes, te explica que se le ocurrió a él poner la placa y que convenció a la alcaldesa de hacerlo. De allí proseguimos hasta la plaza de la Taconera para tomar relajadamente una cerveza y, con el cierzo ya soplando y la temperatura desplomándose, buscar algún sitio donde entrar, cenar y a acostarse pronto porque mañana hago mi primera etapa este año de El Camino.

Puente medieval sobre el río Arga (Navarra)
Puente medieval sobre el río Arga (Navarra). Autor: Miguel Ángel García.

Hacia Puente la Reina

A las 6,45, en pie; y a las 6,55, andando hacia Puente la Reina. De momento, me toca salir de Pamplona. Una de mis grandes inquietudes de El Camino es no encontrar las señales y perderme. No es lo habitual porque suele estar muy bien señalizado, pero en este caso me lío un poco porque te obliga a pasar por debajo de una autovía y apenas existen indicaciones. Una lugareña, al notar mi desorientación, acude rauda en mi socorro y me conduce.

Viñedos entre Pamplona y Puente la Reina.
Viñedos entre Pamplona y Puente la Reina. Autor: Héctor González (Soloqueremosviajar.com)

El primer tramo resulta prácticamente urbano, hasta llegar a Cizur Menor. Desde allí sigo a Zariquiegui, donde me paro a desayunar en el bar del inicio de la población y pido medio bocadillo de txistorra, para hacer honor a la gastronomía autonómica.

En seguida entablo conversación con Thomas, un simpático alemán que ha dormido esta noche, según me cuenta, sobre su esterilla, agazapado en la pared de la iglesia local. Media hora de conversación que sirve para entrar en ambiente en El Camino y para practicar inglés en un verano en el que veré a muy pocos extranjeros. Y sigo el sendero.

Vista del puente de Puente la Reina.
Vista del puente de Puente la Reina. Autor: Héctor González (soloqueremosviajar.com)

Empieza el ascenso hacia el Alto del Perdón, con los molinos eólicos como efervescentes compañeros. Cuesta subir, hasta que lo consigues y te encuentras, en su cima, frente a las famosas imágenes de personajes célebres de diferentes épocas recorriendo El Camino. Pero la bajada resulta mucho peor porque está repleta de guijarros y pedruscos que convierten en muy sencillo resbalar y caer. Así, con la máxima precaución, llego a Uterga. A partir de aquí el camino se desliza por sendas, campos, subidas y bajadas y ya se orienta hacia Puente la Reina. Llego a 12,15. Sin contar la parada, he andado unas cinco horas.

En el hotel me pego esa ducha refrescante que tan bien sienta después de culminar una etapa y, a modo de colofón, la cerveza fría que acaba de endulzar la sensación de satisfacción. En la experiencia de este año tengo el apoyo de un amigo, que viaja en coche y con quien quedo en el destino final de etapa. Así que espero a que llegue, comemos y recorremos Puente la Reina. Por supuesto, paseamos por su puente del siglo XI y emblema local, además de recorrer la calle Mayor y entrar en la iglesia del Crucifijo.

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